Encontrar un trabajo en Suiza Trabajar en el paraíso
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Según la consultora Mercel son tres las ciudades suizas que se encuentran entre las mejores del mundo en calidad de vida. Esto motiva a vivir y a buscar trabajo en este país, sin embargo las normas legales para la adquisición del permiso de residencia y encontrar trabajo son muy estrictas.
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15. September 2010
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Corrección
En un encuentro casual me encontré con un viejo amigo que me acosó sobre este tema, aprovechando la experiencia que yo tenía al haber trabajado tantos años en Suiza. En un café en pleno centro de Santiago me hizo toda clase de preguntas al respecto, tenía la idea fija de probar suerte en la Confederación Helvética.
Mis informaciones fueron neutrales, porque pensé que nadie tiene derecho a bloquear o levantar iniciativas de vida, que en estricto rigor solo le corresponde a cada persona, sin embargo, me surgió la necesidad de tratar este tema por si otros tienen las mismas inquietudes desde Latinoamérica.
Suiza tiene un importante y significativo número de extranjeros en su mercado laboral. En Ginebra se encuentra el mayor porcentaje alcanzando el 50%, aunque hay que considerar que aquí están importantes Instituciones Internacionales que desequilibra la balanza.
Zurich es la ciudad de la Banca y el área de los servicios dispara los sueldos a los más altos de Suiza, junto a Ginebra, las dos ciudades que están en segundo y tercer lugar en el estudio “calidad de vida 2010”. Esta evaluación analiza 39 factores relacionados con el entorno político, social, cultural, económico, salud y sanidad, educación, servicios públicos y el transporte, el ocio, los bienes de consumo, la vivienda y el medio ambiente.
Encontrar un trabajo en Suiza no es tan difícil como la burocracia suiza lo intenta hacer creer. Una muestra de esto es que el número de extranjeros que trabajan no ha dejado de aumentar. Y una vez logrado un puesto se obtiene, al mismo tiempo, todos los derechos y condiciones laborales y salariales que los ciudadanos suizos.
Bueno, hasta aquí mis argumentos habían hecho que mi amigo, en el Café del Barrio Lastarria en Santiago, se emocionara y se le notaba por los grandes y saltones ojos con que me seguía y no perdía detalle de mi relato.
Pero no todo puede ser perfecto en esta vida. La primera dificultad, continué, es el permiso para quedarte. Y aquí su rostro comenzó a desfigurarse.
Las normas legales para adquirir un permiso de trabajo y residencia son muy estrictos. En 2008 entró en vigencia un acuerdo bilateral para la libre circulación de personas entre Suiza y la Unión Europea (UE) que facilitó la entrada, residencia y empleo de los ciudadanos de esa parte del mundo.
Esto significó, automáticamente, que los requisitos para las personas que no pertenecieran a la UE se endurecieran. La tendencia es que solo se concede un permiso de trabajo a aquellas personas que demuestren tener una oferta laboral previa.
Para los trabajadores extranjeros sin una formación especial que realicen trabajos no cualificados (camareros, obreros de la construcción, etc.,) llegan desde los países latinos de Europa (Portugal, España, sur de Italia) y solo se deja entrar a otros inmigrantes solo si quedan vacantes.
Por otro lado, es cierto que los sueldos son altos, pero los costos al mismo tiempo son proporcionales a las remuneraciones y los impuestos a pagar suman una buena cantidad.
El idioma es otro punto a considerar. Es una ventaja si se habla uno de los idiomas oficiales de Suiza. Son cuatro, alemán (64%), francés (19%), italiano (8%) y romance (1%).
El idioma oficial en las fábricas es el italiano, herencia dejada por los emigrantes de ese país llegados en masa a Suiza entre 1950 y 1970 y que hoy constituyen en la comunidad extranjera más numerosa de todo el país.
Algunas Instituciones internacionales o multinacionales radicadas en Suiza pueden exigir solo el ingles, distinto a las compañías suizas que prefieren, como mínimo, a trabajadores que puedan comunicarse en el idioma local.
Del dialecto y las costumbres te hablo otro día, le dije, porque son temas largos de desarrollar y ya se hizo tarde. Se despidió amablemente, quizás agradecido, aunque sus grandes ojos saltones ya no irradiaban la misma energía.